Papiro egipcio |
Biblos
Biblos (en árabe, جبيل Ŷubayl), llamado también Gibello, Gibelletto o Jebail, es una ciudad ubicada
en el Líbano, en la costa del norte del país, a 30 km de Beirut. Situada en una
colina, fue una antigua ciudad fenicia, denominada Gubla en los textos
cuneiformes y Gebal en la Biblia. Se cree que fue fundada alrededor del año 5000 a. C.,
y según fuentes atribuidas al historiador fenicio Sanjuniatón, fue construida
por Crono, y fue la primera ciudad fenicia. Actualmente, es ampliamente reconocida como la ciudad
más antigua del mundo habitada ininterrumpidamente.
Etimología
Su etimología proviene de
la colina en la que estaba situada (𐤂𐤁𐤋 Gubla, «montaña» en fenicio) que derivó en su nombre
bíblico Gebal, pasando de aquí a la forma griega Byblos y de allí la palabra
Biblion ('libro'), origen de los términos Biblia y biblioteca. El nombre árabe,
Ŷubayl, es diminutivo de ŷabal, 'montaña'.
El nombre Biblia con el
que se conoce al libro sagrado cristiano es atribuido a esta ciudad ya que la
primera biblia se realizó en papiro proveniente de la misma.
Tomado de Wikipedia: https://es.wikipedia.org/wiki/Biblos
Biblos, la ciudad del
papiro, un gran emporio comercial
En el III milenio a.C.
Biblos contaba con la flota más poderosa de todo el Mediterráneo gracias a su
privilegiada relación con Egipto, de donde importaba el preciado papiro
Los fenicios fueron los
grandes mercaderes del mundo antiguo. En el largo período que va del año 2500
a.C. al 500 a.C., aproximadamente, sus naves surcaron incansablemente las aguas
del Mediterráneo, desde el Próximo Oriente, al este, hasta las columnas de
Hércules (el estrecho de Gibraltar), al oeste. Cargando en sus vientres las
riquezas de Egipto, Asia Menor, Grecia, Italia, África del norte y Tartessos,
los barcos fenicios navegaron por las aguas del Egeo, el Tirreno, el mar Negro
e incluso el océano Atlántico, hasta las islas Canarias y el golfo de Guinea.
Todo este intenso tráfico partía de un puñado de prósperas ciudades que
jalonaban la costa de los actuales Estados de Siria y Líbano, entre las cuales
hubo tres que destacaron con luz propia, la «tríada» de urbes fenicias que
dominaron durante largos siglos el comercio en el Mediterráneo oriental: Sidón,
la ciudad de la realeza; Tiro, la gran capital del dios Melkart, y Biblos, la
Ciudad de la Colina, la más antigua de todas ellas, que mantuvo durante siglos
una privilegiada relación con el Egipto faraónico.
Situada unos 40
kilómetros al norte de Beirut, en el Líbano, Biblos surgió, como otras ciudades
fenicias, en un promontorio, entre dos ensenadas que se habilitaron como
puertos. Se trata, sin duda, de uno de los asentamientos humanos estables más
antiguos del Levante mediterráneo, puesto que sus orígenes pueden remontarse,
cuando menos, al VI milenio a.C. Primitivamente estuvo englobada en la región
habitada por los cananeos, pueblo semita instalado entre el Mediterráneo y el
río Jordán. Su nombre originario, y que mantuvo durante largo tiempo, fue Gubla
(según los archivos de Amarna) o Gubal o Gebal (en cananeo), la Ciudad de la
Colina, hoy Jebail. Su fundación se atribuía a la principal divinidad cananea,
el dios El, y a principios del III milenio a.C. la ciudad contaba con dos
grandes templos monumentales dedicados a Baalat Gebal, la «Señora de la
Ciudad», y a su consorte, Baal Shamin; en ellos, los arqueólogos han hallado
fragmentos de tres estatuas colosales dedicadas a divinidades semíticas. Por
entonces la ciudad quedó igualmente rodeada por un circuito de murallas.
Existen también referencias sobre el sistema de gobierno de Biblos en esta fase
temprana de su historia. Al parecer, la ciudad estaba gobernada por reyes,
auxiliados en sus tareas de gobierno por un consejo asesor, los Señores de la
Ciudad o el Consejo de Ancianos.
Un gran emporio comercial
A lo largo del III
milenio a.C., Biblos se convirtió en el enclave comercial más floreciente de todo
el Próximo Oriente. Su flota –formada por gauloi, las típicas naves mercantes
de forma redondeada, e hippoi, naves ligeras de transporte con un mascarón de
proa en forma de caballo– llegó a ser la más poderosa del Mediterráneo. El
esplendor de Biblos en esta época se debió a su estratégica posición
geográfica, en la confluencia de las rutas comerciales del Mediterráneo y la
costa siriofenicia con el interior de la tierra de Canaán y con Anatolia,
Mesopotamia, las costas del Mediterráneo Oriental, pero también el litoral
africano y el valle del Nilo. Los grandes imperios del Próximo Oriente
–acadios, hititas, asirios...– mirarían hacia Biblos como vía de suministro de
los artículos más apreciados durante la Edad del Bronce, tales como madera,
tintes, incienso o metales preciosos. Pero fue con el Egipto faraónico con
quien la Ciudad de la Colina estableció una relación más íntima y prolongada,
que no se limitó únicamente a los intercambios comerciales, sino que también
fue a veces de dependencia política y, en todo momento, de profunda influencia
cultural.
Para Egipto, Biblos era
un socio mercantil de importancia fundamental. A través del emporio libanés,
los egipcios se surtían de metales procedentes del norte, sobre todo de estaño,
que se adquiría en las misteriosas islas Casitérides, tal vez las islas
Británicas, así como resinas aromáticas, aceites y vinos. Un artículo
especialmente valioso que los egipcios obtenían de Fenicia era la madera; dado
que en el valle del Nilo sólo contaban con madera de palmera, inservible para
la construcción monumental existía una gran demanda de maderas resistentes y
preciosas del Líbano, en particular el apreciado cedro, imprescindible para la
arquitectura real egipcia. Estos contactos con Biblos tuvieron eco incluso en uno
de los mitos principales de la religión egipcia, el de Isis y Osiris; en
efecto, los egipcios creían que fue a Biblos adonde la diosa Isis viajó para
recuperar parte del cuerpo de Osiris, su hermano y esposo descuartizado por su
malvado hermano Set, antes de regresar al Doble País del Nilo.
En su dilatada historia,
Biblos atravesó por numerosas vicisitudes. Hacia 2300 a.C. fue ocupada por los
amorreos, un pueblo nómada que se extendió por Siria, Canaán y la región al
este del Éufrates, y que reemplazaron en el trono giblita a las dinastías
cananeas. La ocupación amorrea favoreció la extensión de las influencias
artísticas egipcias, haciendo que en los talleres de artesanía de Biblos se
adoptara un estilo de marcado sello egipcio, como revelan las figuritas y
exvotos, adornos personales y joyas localizados por los arqueólogos, vestigio
de un comercio de exportación que alcanzó una gran dimensión. De esta época
data asimismo el templo de los Obeliscos, construido sobre un antiguo templo
cananeo. El templo estaba dedicado a una divinidad masculina, posiblemente
Reshef, y contaba con un patio interior abierto donde se levantaban estelas y
obeliscos votivos. Hacia 1740 a.C., los hicsos arrasaron algunas zonas de
Biblos en el curso de su expansión conquistadora hacia Egipto. Luego, entre los
siglos XVI y XIII a.C., los reyes de Biblos hubieron de reconocer la soberanía
egipcia, en la época en que los grandes faraones de la dinastía XVIII, como
Tutmosis III o Amenhotep III, extendieron su dominio por toda la región, y
rivalizaron con los reyes hititas y de Mitanni por la hegemonía en la zona. En
la correspondencia diplomática descubierta en Amarna, la efímera capital del
faraón Akhenatón, hay evidencias de la entrega de tributos por parte de los
monarcas giblitas a los faraones.
La ciudad del papiro
Biblos no escaparía a las
invasiones de los llamados «pueblos del mar», las hordas de guerreros
procedentes de Asia Menor o del Danubio que saquearon gran parte del
Mediterráneo oriental en torno a 1200 a.C. Pero, a diferencia de otras ciudades
fenicias, que entraron en un largo período de declive, recuperó pronto su
actividad comercial, aunque no tardó en verse superada por Tiro, el núcleo
fenicio más pujante en los primeros siglos del I milenio a.C. Abundan en esta
época los testimonios sobre el vigor mercantil renovado de la Ciudad de la
Colina, recogidos en varios de los libros que conforman la Biblia judía.
El comercio de madera
seguía siendo una de las bases de la prosperidad de Biblos. Destacaban el
olivo, la encina, el ciprés, el pino y, sobre todo, el preciado cedro, tan
valioso para la arquitectura de la época. Metales anatolios, así como marfiles
y oro africanos, constituían parte del cargamento de las naves mercantes
fenicias. Los habitantes de Biblos se habían ganado también una gran reputación
como constructores navales. Por ejemplo, en el libro bíblico de Ezequiel (siglo
VI a.C.) aparece un pasaje en el que se describe una nave fenicia fabricada con
madera de Senir (el monte Hermón, situado entre Israel, Líbano y Siria) y del
Líbano, con velas egipcias y un toldo púrpura y escarlata procedente de las
islas de Elisá (tal vez la costa oriental de la isla de Chipre). También se
especifica la composición de la tripulación: los remeros son de Sidón y Arvad;
los timoneles, de Tiro, mientras que los «artesanos para reparar las averías»
proceden de Biblos, una inequívoca alusión a la fama de los giblitas como
constructores de navíos.
Sin embargo, el artículo
comercial más expresamente asociado con Biblos es uno procedente de Egipto: el
papiro. Los egipcios habían desarrollado una auténtica industria en torno a
esta planta que crecía a orillas del Nilo y con la que se elaboraban finas
láminas que constituían un soporte ideal para la escritura. La demanda de
papiro fue en constante aumento en el Mediterráneo oriental, donde desde
finales del II milenio a.C. se desarrollaron formas complejas de escritura, en
particular el alfabeto, una escritura fonética elaborada por los mismos
fenicios en torno al año 1100 a.C. La ciudad de Biblos logró hacerse con el
control del comercio y la distribución del papiro en todo el Próximo Oriente y
el Mediterráneo. Esta vinculación con el comercio del papiro llegó al punto de
que ésa fue la razón de que la ciudad, Gebal, fuera también conocida como
Biblos, que era el nombre que los griegos daban al papiro egipcio.
Tomado de HISTORIA
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